Ayer tuve la hermosa posibilidad de conocer aquí en Mar del Plata al Buque Escuela Simón Bolívar; si bien no soy amante de los barcos ni de lo que tenga relación con la milicia, me encantó tener ese contacto con un pedacito mío y no hablo del barco, sino de sus tripulantes, de ese sabroso tonito al hablar, de esa piel tostada por el sol del caribe y de la risa picarona de un par de ellos al saber que hablaban con una maracucha.
Ayer, mientras uno me pintaba nuestra bandera en la cara, se me aguaraparon los ojos, creo que habremos cruzado dos o tres frases, pero nos unía el saber que a pesar de que estábamos lejísimos de nuestra tierra, ambos la amamos con locura.
Ayer me sentí feliz, sentí ese calorcito de hogar de mi gente. Verme rodeada de los que llevaban mi misma bandera me hizo sentir en casa. Quizás fue sólo un instante, pero me bastó para darme cuenta que no importaba si ellos eran Chavistas u opositores, eran mis hermanos venezolanos y por sus venas corría la misma sangre que la mía.
Qué loco... en mi país se odian a muerte los de distinto "bando" y basta con salir de las fronteras para que nos una un mismo sentimiento. Ojalá todos pudieran salir de sus fronteras cada tanto y respirar aire fresco y sin odio...